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Por: Javier Hourcade Bellocq,
Equipo de Corresponsales Clave y Miembro de la Junta Directiva del GFATM Delegación de las Comunidades.
En los últimos 22 años, la asocio del Fondo Mundial ha salvado 59 millones de vidas y ha reducido a la mitad el número de muertes anuales por VIH, tuberculosis y malaria. En 2022, el Fondo Mundial aprobó su estrategia para 2023 – 2028. Esta hoja de ruta determinará la contribución del Fondo Mundial a los objetivos para 2030 de acabar con las tres enfermedades infecciosas con mayor mortalidad. Con la nueva estrategia, el Fondo Mundial renueva su compromiso de situar a las personas y las comunidades en el centro de la respuesta para acabar con las tres enfermedades e identifica objetivos que se refuerzan mutuamente, a saber: Maximizar los sistemas de salud integrados y centrados en las personas para lograr resultados, resiliencia y sostenibilidad; Maximizar la participación y el liderazgo de las comunidades más afectadas para no dejar a nadie atrás y Maximizar la equidad en acceso a la salud, la igualdad de género y los derechos humanos. El segundo objetivo sigue la priorización de la inversión del Fondo Mundial en el monitoreo liderado por la comunidad (MLC). Las organizaciones comunitarias consiguen resultados que otros actores no pueden. Su liderazgo es especialmente crucial para llegar a las personas que se están quedando atrás. El éxito del Fondo Mundial depende de la participación comunitaria y en el MLC
El MLC es una consecuencia lógica de la respuesta liderada por la comunidad, que no es nueva. La sociedad civil y las organizaciones comunitarias han realizado durante décadas intervenciones de control y vigilancia sobre los Estados para garantizar una respuesta gubernamental que responda a las necesidades de las comunidades y las personas que viven con enfermedades o están afectadas por ellas. El MLC tiene un papel central y forma parte de la naturaleza del llamado «tercer sector»; compuesto por todas las organizaciones no gubernamentales, para observar, vigilar y equilibrar a los otros sectores que ostentan el poder, es decir, el gobierno y el sector privado.
Según ONUSIDA, las respuestas lideradas por la comunidad son aquellas «acciones y estrategias que buscan mejorar la salud y los derechos humanos, que están específicamente informadas por las comunidades». Los informes comunitarios sobre las respuestas nacionales al VIH han permitido conocer la otra cara de los datos que comunican anualmente los gobiernos. El MLC informa sobre la falta de transparencia, la corrupción, los faltantes de medicamentos y suministros, las prácticas estigmatizadoras y discriminatorias y otros abusos de los derechos humanos dentro y fuera del sector sanitario.
El MLC ha aportado pruebas que han catalizado cambios y mejoras en los servicios sanitarios y ha puesto de manifiesto las barreras estructurales que mantienen a las personas alejadas de los servicios. Como resultado, muchos gobiernos han intensificado sus esfuerzos para limitar y controlar la respuesta dirigida por la comunidad, incluido el MLC. Las organizaciones y los líderes deben tener acceso a recursos predecibles e independientes para un MLC seguro y bien financiado. En un momento en el que el espacio de la sociedad civil se está reduciendo y la criminalización de las comunidades está aumentando significativamente, la vigilancia comunitaria sistemática se hace más compleja pero más urgente.
Usando MLC como un arma
Durante la CG7, se ha observado con preocupación la introducción de intervenciones de MLC para vigilar y monitorear a las OSC y OBC, la vigilancia a las comunidades por parte del estado u otros actores. No se trata de un juego de palabras, sino de un intento real de utilizar el MLC como arma contra las comunidades.
Al menos el Fondo Mundial, dispone de múltiples herramientas para supervisar el desempeño, la eficiencia en la inversión de recursos y el cumplimiento de los resultados previstos en cada ciclo de financiación. Sin omitir la importancia de la rendición de cuentas para todos los actores, es muy peligroso promover la supervisión de los gobiernos, las agencias y las grandes ONG a las OBC y los grupos de poblaciones clave. Históricamente, estas prácticas sólo han servido para moderar y limitar la abigacía, el monitoreo y la función de vigilancia de las comunidades.
La supervisión del comportamiento, las prácticas, la incidencia y prevalencia de las enfermedades y otras formas de estudiar la progresión de las epidemias, incluso con la participación indispensable de las comunidades, es diferente al MLC. Por otro lado, la creación y el mantenimiento de observatorios pueden considerarse claramente como acciones de MLC, sobre todo si recogen información del ámbito comunitario.
No podemos decir que el MLC sea algo nuevo, cuando las ONG y OBC llevan décadas controlando y vigilando al Estado y sus programas en materia de salud. El Fondo Mundial no ha propuesto nada nuevo; sólo ha priorizado este papel de acuerdo con la estrategia actual y ha reconocido que algunas subvenciones del Fondo Mundial siguen luchando por tener a las personas y las comunidades en el centro de la respuesta, y que muchos recursos que deberían ser para la respuesta se siguen desviando en otras direcciones.
Los sistemas comunitarios forman parte de sistemas sanitarios resilientes y sostenibles, si les proporcionamos recursos suficientes. El MLC es fundamental para la credibilidad del Fondo. Muchos agentes implicados en el Fondo han expresado su preocupación por la aplicación del MLC, pues necesitan aclaraciones sobre los que no sería un nuevo término, para una práctica tradicional de las organizaciones comunitarias. Existen décadas de experiencia y buenas prácticas de MLC, sólo que con nombres diferentes. No se trata de reinventar nada, sino de reconocer que, en el pasado, el Fondo Mundial ha tenido problemas para financiar el MLC y asegurarse de que los recursos se destinan a las comunidades.
No hay necesidad de mercantilizar y transformar el MLC en productos innovadores y mágicos cuando ha sido una parte esencial de la identidad y contribución de las comunidades. No podemos permitir que los diálogos nacionales, los MCP o la secretaría del Fondo Mundial dicten lo que es el MLC, cuando las comunidades deben permanecer en el «asiento del conductor» en su diseño e implementación. Necesitamos recursos para garantizar una transferencia horizontal y entre iguales de los conocimientos sobre este y otros enfoques basados en la comunidad. El MLC no forma parte de una estrategia nacional, sino que es una herramienta para supervisar la implementación de ésta.
Las necesidades del MLC deben ser exteriorizadas por las comunidades, aunque parezca obvio. En cualquier caso, es urgente que el Fondo Mundial mejore la incorporación de los hallazgos del MLC en el seguimiento estratégico por parte del MCP y de la secretaría del Fondo. Para muchos países de LAC, la transición del Fondo Mundial es una clara amenaza para la continuidad de cualquier esfuerzo de MLC. Nos enfrentamos a un futuro con menos recursos para la sociedad civil y las comunidades, y a la extinción de los Mecanismos de Coordinación de País. Es imperdonable que después de 22 años de existencia del Fondo Mundial, todavía estemos discutiendo la relevancia del MLC, que es algo que preexiste al propio Fondo.